“El pasado no determina el presente pero ciertamente lo condiciona y, en cierto modo, lo explica. Claro que ese pasado -o mejor aún, esa diversidad de pasados que va configurando el devenir histórico se hace carne en ambitos específicos, en espacios territoriales concretos que inciden as en la peculiar caracterización de desarrollo. No resulta raro entonces que la ciudad, su su vez en tanto localización concentrada de funciones regionales y escenario privilegiado de múltiples expresiones culturales, haya sido objeto de consideración reiterada. Tinto más, si una determinada urbe deviene foco neurálgico de su contexto nacional. Tal es el caso de Montevideo, aún cuestionando las opiniones algo exorbitadas de Le Corbusier o de “Tucho” Methol al afirmar que las ciudades constituyen “los puestos de mando” o “los centros de poder de la historia”.

Abierta a la geografia y a las más variadas etnias, creencias, nacionalidades, influencias estéticas e invasiones económicas, militares e ideológicas, Montevideo ha estado tensionada entre su vulnerabilidad y su fortaleza, Fortaleza que sólo puede consolidarse si la sustentan sus propios pobladores, asumiendo a conciencia el papel relevante que les cabe como forjadores de su destino; como actores capaces de superar la siempre conflictiva realidad y aproximarla a ideales capaces de compatibilizar la belleza, el medio ambiente, el dinamismo productivo y la justicia social. Sueños esperanzadores de una utopia que estimamos necesaria y sabemos posible.”

Mariano Arana

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