Real de Azúa. Una biografía intelectual. Valentín Trujillo
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«Es posible -escribió Alberto Methol Ferré- que la conciencia histórica de las nuevas generaciones uruguayas solo pueda constituirse críticamente por mediación de Carlos Real de Azúa». La vida intelectual de Real recorre un arco que se inicia en la década del 30, con el auge de los fascismos en Europa, y se cierra en los 70, con la dictadura uruguaya en un marco regional pautado por los regímenes dictatoriales. En medio, su recorrido político atraviesa muy diversas adhesiones y se ramifica a través de inclinaciones literarias, sondeos históricos, exploraciones en el campo de la sociología, la filosofía, la economía, la religión y la ciencia política. De apariencia sinuosa, su trayectoria transitó por intuiciones y búsquedas personales que en algunos casos canalizó a través de líderes fuertes (José Antonio Primo de Rivera, Francisco Franco, Benito Nardone, Luis Alberto de Herrera), y vinculaciones políticas al falangismo, al ruralismo, al tercerismo y al Frente Amplio.
A pesar de sus excentricidades, las obsesiones intelectuales lo concentraron sobre el sentido de la identidad uruguaya, el valor de la historia y el peso del pasado en la conformación de la nación. Como a la mayoría de los integrantes de la generación del 45, lo desveló la preocupación por el destino del país. Analizó a Rodó, a la clase alta, a los caudillos, los poetas, los presidentes, los partidos políticos, los guerrilleros, los liderazgos y la secreta conformación del poder, que dieron al Uruguay una singularidad en el continente. Forjó definiciones tan sostenidas y cruciales sobre la identidad nacional -«país de cercanías», «impulso y freno», «sociedad amortiguadora»-, que su espíritu late soldado a ellas.
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