Prólogo de Idea Vilariño

En el repertorio de nuestra música típica, tanto para el público como para los intérpretes -cantores, orquestas, solistas o pequeños conjuntos- viven tres formas tan intima y naturalmente hermanadas como si tuvieran las mismas raíces: el tango, la milonga y el vals. Otros ritmos que se fueron poniendo de moda y que, a veces, se les sumaron, quedaron por el camino; en cambio, ellos, llegaron a constituirse en una trinidad indisoluble, aunque con evidente predominio del tango.
Los orígenes y los procesos de la milonga y el vals fueron diferentes pero ambos, cada uno a su tiempo y evolucionando, modificándose sin perder sus rasgos esenciales, llegaron a compartir con el tango lugares, instrumentos, grabaciones, editoriales, intérpretes y público.
Las delicadezas del vals podrían atribuirse al cuidado de los compositores de principios de siglo que debían mirar que esas piezas iban a entrar en los salones y en las casas de familia. El vals permaneció fiel a esa veta y, de este modo, junto a las buenas obras del tango mejor nos ha quedado -en lo mejor de los valses un puñado de canciones delicadas, sentimentales, líricas, casi siempre melancólicas, entre cuyos mejores exponentes se cuentan verdaderos tesoros, que, minuciosamente recopilados y seleccionados por Poema Vilariño, han dado lugar al presente volumen.