Me están desnaturalizando a Montevideo; lo están cambiando de tal modo, que ya principio a explicarme que se puede vivir en otra parte sin padecer del corazón ni sentir los chicotazos de la neurastenia. Se ha apoderado un verdadero frenesí por cambiarlo todo, por hacer la vida agitada, febril, de las grandes capitales, y quitarnos aquella fisonomía clásica de la ciudad colonial, tan tranquila en que se cambiaba el saludo bostezando; se asombraba usted cuando lo tomaban las nueve de la noche a veinte metros de su domicilio, se hablaba del Cordón como de un país fantástico con hábitos y leyes especiales y se conocían las calles del centro sin mirar las tablillas de nomenclatura, nada más que por los albañales, o el perfume de las esquinas clásicas convertidas en desahogo de necesidades perentorias. ¡Qué tiempos aquéllos!

El Día, 2 de diciembre de 1906 (en La Belle Époque, A. Castellanos, Ed. Arca, Montevideo, 1981)

132 tarjetas postales de Montevideo (1889-1928)

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