El verdadero Byron. Alfredo de la Guardia
$800
Santiago Rueda Editores
Bella edición, papel satinado
“El hecho de que Byron hubiera mandado hacer con una calavera un recipiente para beber, tomóse como uno de sus rasgos diabólicos. Por supuesto, Byron no desenterró ningún cadáver. El cráneo fue hallado en la cripta de la Abadía, y el escritor lo recogió y conservó, como hicieron, por otra parte, santos varones. Además, era imposible olvidar a Hamlet… Cómo resistiría un joven poeta inglés al deseo de acariciar frontal y parietales, repitiendo los versos del Príncipe de Dinamarca: “Alejandro murió, Alejandro fue enterrado, Alejandro volvió al polvo; el polvo es tierra; de la tierra hacemos el barro; ¿y por qué con ese barro no podemos tapar la boca de un barril de cerveza?”. Al recoger esa calavera, Byron dibujó uno de sus rasgos hamletianos. ¿Pero de dónde venía el brindis? Escritores escandinavos del siglo XVI, como Olaus Magnus y Olaus Vormius, dicen que los guerreros nórdicos bebían en las testas secranadas de sus enemigos. Según algunos, eso es un error de traducción de los poemas rúnicos; sin embargo, son muchas las fuentes en que puede recogerse la misma información, y no podemos aceptar la duda. Todo ello confluyó para que Byron ordenara a un orfebre que trocase el cráneo —más exactamente, la bóveda— en un gran vaso, ornamentado y con pie, a fin de hacer libaciones rituales, mitad en broma y mitad en serio, durante los festines poéticos. Eso no pasó de un capricho de mal gusto propio de la tradición macabra inglesa.” De la Guardia, Alfredo.
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