Los orígenes del actual y vigoroso reconocimiento mundial de la narrativa latinoamericana se revelan ya en obras como Huasipungo del ecuatoriano Jorge Icaza, que constituye sin ninguna duda la máxima figura literaria de su país. Nacido en Quito en 1906, luego de una fugaz incursión por la medicina trabaja como actor teatral y dramaturgo durante varios años. Pero es la novela antes mencionada la que en 1934 le abre los caminos de la fama y el aplauso internacionales. Desde ese momento sus cuentos (Barro de la Sierra, 1933, y Seis relatos, 1952) y sus novelas (En las calles, 1935; Cholos, 1937; Media vida deslumbrado, 1942; Huairapamushcas, 1948, y El chulla Romero y Flores, 1958) no hacen más que afirmar sus cualidades de escritor comprometido con su medio, firme en la denuncia social e intenso en el espesor sentimental de sus personajes y en la elaboración de un lenguaje que parte del habla popular, rasgos que le han conferido esa “fuerza épica que impresiona profundamente”.

De su obra más célebre se ha dicho que contiene “escarnio, sátira, sarcasmo, improperio, imprecación, maldición, blasfemia, palabras como dardos quemantes contra la mentira de los hombres”. Tales expresiones pueden aplicarse a estos tres volúmenes: -El juramento, En la ficción, En la realidad- que constituyen su obra narrativa más ambiciosa, donde lo autobiográfico se funde con una desgarrante visión de la infancia y la juventud del protagonista, hasta adquirir caracteres simbólicos en cuanto a la lucha y las contradicciones del ser humano en el convulsionado marco de la sociedad latinoamericana. Porque el hombre mantendrá sus esperanzas aunque se sienta “atrapado de nuevo por la cárcel impalpable donde más de una vez estrellé mi odio y mi coraje”.